El Home Office es un tema de confianza mutua
Uno los principales problemas que tiene el home office es la falta de confianza por parte de las empresas hacia sus empleados, en particular de los jefes que no conocen otra forma de dirigir equipo de trabajo. La expresión tan mexicana “miden por hora nalga” aplica perfectamente a esta forma ineficiente de medir la calidad del trabajo enfocándose solamente en la cantidad y no en resultados.
Teóricamente la semana laboral consta de 40 horas semanales, tomando en cuenta una semana de lunes a viernes con ocho horas de trabajo diario. Teóricamente las cargas de trabajo están diseñadas para apegarse a esta forma de trabajo, aunque siempre las cargas perecen superar la cantidad de tiempo necesario para llevarlas a cabo. ¿Qué pasaría si por alguna razón lográramos realizar nuestro trabajo en 36 horas en vez de 40?, aparentemente en un mundo ideal podríamos irnos de la oficina a realizar otras actividades personales, pero como la semana laboral dicta 40 horas y esos es lo que los jefes miden entonces el empleado eficiente es “castigado” por su eficiencia con más trabajo solo para poder cumplir con el horario establecido. Las consecuencias de estas prácticas son que las personas disminuyen su velocidad y productividad para poder amoldarse al horario establecido. El olvido común que se presenta en estas relaciones laborales deficientes es que “se te paga por un pedazo de trabajo, no por un pedazo de tiempo” (Ressler & Thompson, 2008).
Estas prácticas representan una gran parte de nuestra cultura laboral y es complicado erradicarlas porque han sido herencia de formas de trabajar antiguas y formas de ver el empleo; como ejemplo podemos citar las personas que buscan “ganar puntos con el jefe” llegando quince minutos más temprano y saliendo un par de horas más tarde de lo estipulado. El jefe de esa persona vería esto con buenos ojos porque demuestra dedicación a la empresa, aunque su calidad de trabajo y cantidad de resultados sea menor a la esperada.
A esta práctica tan habitual en nuestra sociedad se le llama “presentismo” que es cuando una persona está presente en su lugar de trabajo en el horario estipulado, pero muchas veces solo en cuerpo ya que su mente se encuentra ausente de la labor de ese momento. Sin embargo, es mucho más fácil medir el horario que la persona está “trabajando” que sus resultados en términos de productividad y contribución a los objetivos de negocio de la empresa.
Incluso existe software especializado para poder controlar la asistencia del empleado. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en los Estados Unidos, donde la opción del jefe metiéndose a la máquina de sus empleados de manera remota es considerado hacking, lo cual lo vuelve un delito federal; por ellos existe un programa informático que “toma fotografías” de la pantalla del usuario cada 3 minutos para que el jefe pueda ver las actividades de sus empleados. Esto no lo considera la ley una intromisión de la privacidad, más bien un monitoreo de actividades. También existen aparatos electrónicos que monitorean por medio de un GPS la ubicación de los empleados en todo momento, de esta forma el usuario puede medir cuanto tiempo permaneció el empleado en su puesto, uso del baño, etc.
¿Cómo podemos exigir responsabilidad por parte de los empleados y trabajo específico del siglo XXI?, si las empresas se niegan a cambiar mecanismos de control sacados del siglo XVIII. Es incongruente y contribuye a hostilizar al empleado hacia la empresa. No es coincidencia que México encabeza a los países de Latinoamérica con mayor insatisfacción laboral de acuerdo con un estudio realizado a nivel mundial por Gallup.